martes, 14 de diciembre de 2010

Las líneas que limitan mi camino no me simpatizan. (Tercer episodio)‏

Este domingo ha sido un día perfecto en el mundo de Sofia. No ha sido el primero ni será el último, pero ha sido tan extraordinariamente extraordinario, que se merece todo el protagonismo del tercer capítulo de mis ya célebres memorias. Sinceramente y muy a mi pesar,  no puedo recordar con exactitud el principio del día. Seguramente comenzó con un concierto en vivo de un par de "talentos" que interpretaban un tema que hablaba sobre una trabajadora de Inditex... Fue sorprendente para mis ojos visualizar aquel alarde de entusiasmo y motivación, el cual cabe destacar que concluyó con una angina de pecho de uno de los vocalistas.
Las siguientes horas continuaron el hilo de lo que ya perfectamente había comenzado: de copas con dos de las personas que mas me han desconcertado en mi vida (el plan perfecto para una chica mona con claros síntomas premenstruales y una gran carga de estrés laboral).
La noche fue divertida e inaudita, acabé tomándome una cerveza en un restaurante turco sentada con tres varones apuestos que ni siquiera se fijaron que se me habia escapado una teta de la camiseta...(ya decia yo que mi escote ya no es lo que era)
Lo mejor del día estaba sin duda por llegar. No fue difícil percatarse en aquel sofá con manta de reina a las siete de la mañana junto al Popi, a Devi y a un infiltrado ferrolano que no pudo negarse a la tenatción de acompañarnos en una de las comidas mas rápidas de la historia: judias con patatas y huevos duros esmagados de una forma estratégica, armónica y perfecta (alguno de los comensales después del banquete, aún tuvo la osadía de engullir 167 galletas Príncipe de Bequembawer). Oh, si mi mente no me engaña, el infiltrado al final no se quedó a degustar aquella maravilla gastronómica -¿que sería de él?
A las cuatro de la tarde, más o menos, comenzamos a desperezarnos. Había que volver a nuestros orígenes, a nuestra querida y añorada "Cloaca". Después de muchos besos, abrazos y carantoñas logramos despedirnos; cogimos nuestras bolsas y nos metinos en un coche en el que lo único prohibido era tocar un botón, y como no, estaba justo situado debajo de mi dedo... la gravedad hizo lo demás, el viaje habia comenzado mal.
En los primeros quinientos metros pude ya intuir que me esperaba el viaje en coche más raro de mi vida, (más raro incluso que aquel viaje a Portugal en el que fui con mi pareja y me vovlví sin ella). Al menos sabía que iba a recorrer doscientos quilómetros por el centro de la carretera: Neski es un chico que nunca ha creído en los límites impuestos por las fuerzas de Seguridad del Estado. La línea continua separadora de los carriles de la autopista es para él una simple represión gubernamental que no está dispueto a acatar. La seguridad vial y Neski son como el agua y el aceite.

Los primeros cincuenta quilómetros fuimos a la par de una señora por el carril de adelantamiento, con tal exactitud en el paralelismo que hasta me asustó, no tanto claro, como a la pobre condcutora, que no daba crédito a lo que estaba sucediendo. Los primeros cinco minutos yo miraba a ambos lados de mi asiento, primero a Neski buscando una respuesta, y después a a la señora dedicándole una mirada de comprensión y serenidad. Al ver que no conseguía nada, y sin mediar palabra, decidí recostarme en el asiento con una sonrisa pronunciada y relajarme el resto del camino. (debéis tener en cuenta que no solo no había dormido, sino que había sufrido alrededor de diez electrocuciones en cuestión de cinco horas).
Durante los sesenta quilómetros siguientes, Neski iba muy preocupado por el carburante, hasta tal punto que hizo ademán de desviarse en cada salida/área de descanso/carril de frenado que encontró. Realmente nunca paramos, pero fue divertido analizar porqué ponía el intermitente y nunca llegaba a desviarse del centro de la carretera. Mi tranquilidad era absoluta, relajada y muy cómoda, así que continué mirando a aquel excéntrico conductor mientras escuchábamos a Bob Marley. Incluso llegó a sugerirme que durmiera, pero por nada del mundo podia perderme ni un detalle de lo que estaba sucediendo: me arrepentiria el resto de mi vida.

Pasado Santiago, mi adicción a la nicotina comenzó a hacer que perdiera mi plena concentración. La bondad de mi amigo no tardó en volver a resurgir, dispuesto, esta vez, a parar en cualquier espacio que yo escogiera:  "aquí Sofi, en la próxima gasolinera... no te preocupes". No es que no me peritiese fumar en su coche, nada más lejos de la realidad, sino que solo teníamos tabaco de liar, y el experto en tales hazañas dirigia la conducción. De repente atisbamos un peaje y una idea brotó de mi mente: una vez pasado el telepeaje, pararíamos en el andén y liariamos un pitillo. El problema es que me olvidé detransmitirle el concepto a Nesqui, y le grité una vez abierta la barrera para que se detuviera. No tuvo problema ninguno, en medio de la salida nos apartamos un poco y alli emprendimos la manufactura. Mientras  tanto, y de manera silenciosa, un duendecillo verde nos llenaba el depósito.
Los últimos setenta quilómetros ya fuernon de morriña, comenzábamos a ver nuestro Miño, nuestro Betanzos y por supuesto nuestra CABAÑAS. Una vez llegados a Pontedeume ya esta listo.
Finalmente acabado nuestro recorrido, cogimos la calle del bar Submarino, rua predilecta de nuestro querido Devi el Magnífico, y cuando ya creía que iba a estirar las piernas, Neski redujo a 10 km/h y tardamos otros 20 minutos en alcanzar nuestro destino. No pregunte la razón, pues conocía la respuesta: NO SÉ.
Neski eres un tío muy grande, muy muy grande. Solo espero poder seguir callada y armónica a tu lado durante muchos viajes el resto de mi vida.

miércoles, 8 de diciembre de 2010

SONRISAS Y LÁGRIMAS DE SANGRE (2º Episodio)

Es un hecho demostrable que a lo largo de mi vida me he reÍdo mucho mucho, creo que la sonrisa es una constante en mi cara, después de un par de días con un gesto férreo y desencajado, he decidido que mañana volveré a sonreir.
Todos los momentos amargos deben tener su lado positivo, es decir su consecuente sonrisa. Realmente no he tenido muchos de estos momentos, ya os he transmitido en el primer capítulo que soy una chica afortunada, si tuviera que poner en una balanza el reir y el sufrir, las penas saldrían disparadas hacia el infinito a causa del peso de la otra balanza al caer.
A veces me pregunto cuál ha sido la situación que hasta ahora más me ha hecho reir, me encantaría que alguien hubiera inventado un medidor que guardara para la posteridad esos momentos con sus detalles y sensaciones, sin duda en días como este abriría esa "caja de pandora". (Hago un llamamiento a todas esas mentes privilegiadas para que dejen de crear armas de destrucción masiva y se embarquen en proyectos como este que hagan volver a sonreir a las personas).
Puede que una de esas situaciones haya sido a consecuencia de un desbarre de la adolescencia, cuando los pendientes de Iris tomaron vida y se elevaron por el habitaculo de un taxi, cuando Carla se equivoco de persona una noche de fin de año, cuando Bego agredió sin nigun tipo de misericordia al gato despeluxado, cuando Caro tomo "una cerveza" y vomito en la entrada de su casa ante los ojos asombrados de sus padres, cuando mari acudió al maratón de Fene con un jersey enroscado al cuello como si de una estola se tratara o cuando tuvimos que manufacturar un trozo de alfombra del salón de mis padres despues de una noche larga y desenfrenada. (sin olvidar la ingenosa idea de tirar las mochilas por el balcón de mi casa a 200 metros del suelo, pa haber matado a alguien..)
Sonreir es sin duda la primera maravilla del mundo, y como consecuencia yo debo ser la segunda...Hoy soy un poco totem pero mañana sere una preciosa hiena.